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el 8 mayo 2025

Hoy quiero, a través de este primer escrito, compartir algunas de esas enseñanzas que, más que conceptos, se han convertido en parte fundamental de mi camino de vida a partir del contacto la terapia Gestalt.
Conocí la Gestalt hace ya unos años, en un momento en que los vientos de crisis me azotaban. Comencé la Formación en el Centro Valenciano de Psicoterapia por recomendación de un amigo, quien ya la había realizado y había tenido una muy buena experiencia. En aquel entonces, aunque ya me había familiarizado un poco con la Gestalt, no comprendía del todo qué era aquello que se me ponía por delante; no obstante, acepté porque mis más cercanos insistieron en que me ayudaría a entender lo que estaba viviendo. Dejé a un lado mis reticencias y prejuicios, y fui. En realidad, tenía más miedos que razones para rechazarla. Y esa experiencia, que empezó con escepticismo, me llevó en buena medida a donde estoy hoy, tanto en mi camino personal como en el ámbito profesional que hoy desempeño dentro del equipo del CVaP.

Una de las primeras grandes impresiones que me llevé de la Formación en terapia Gestalt fue que no intentaban cambiarme, aunque yo mismo estaba allí porque deseaba, al menos, cambiar el malestar que tenía en ese momento. Eso me agradó, porque me permitió empezar a darme cuenta de que lo que estaba haciendo era un proceso mío, y que solo cambiaría si yo me hacía responsable de los conflictos e incoherencias internas que atizaban mi ánimo. Hasta entonces, había estado acostumbrado a que otros decidieran por mí o a que las circunstancias determinaran mi andar. La Gestalt me puso frente a la más noble de las tareas que tenemos los seres humanos: crecer en el ejercicio de la libertad y la responsabilidad.

Tal como os he comentado en otro momento, la grandeza de la terapia Gestalt es que genera experiencia en las personas, y eso produce, necesariamente, un conocimiento más profundo. A mí, ese primer contacto me conectó con mis necesidades y deseos; me hizo empezar a tomar conciencia de lo que realmente quería para mi vida. De ahí que haya querido llamar a este escrito ...vuelta a casa, porque me di cuenta de la importancia de la coherencia.

Durante mucho tiempo me sentía, de alguna manera, fragmentado: pensaba una cosa, sentía otra y actuaba como creía que debía. Esa distancia interna me estaba matando. Estaba acostumbrado a cumplir, a responder expectativas, incluso a sostener una imagen. Y la Gestalt me enseñó a parar, a poner conciencia en eso, a darme cuenta de lo que me estaba sucediendo y a responsabilizarme del proceso.

No voy a describir en este escrito todo el proceso de años en contacto con esta manera de vivir, pero sí pretendo dar una entrada a lo que fue empezar a poner en orden mi vida desde un proceso terapéutico. Un espacio donde, de forma muy orgánica, surgió un mirar sincero hacia dentro de mí, una necesidad de ser más coherente y el deseo —lento, firme— de ir ajustando mi vida a eso que, por fin, empezaba a reconocer como verdadero.

Así comenzó este viaje que, más que un cambio, ha sido un regreso. Más adelante quiero seguir compartiendo, por este medio, algunas de las huellas que la Formación en terapia Gestalt ha dejado en mi vida.
Nos leemos pronto.

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