Blog

el 12 junio 2025

A veces te levantas con una sensación rara en el cuerpo. No ha pasado nada especialmente malo. No has discutido con nadie. No has hecho nada que “merezca” remordimiento. Y, sin embargo, algo pesa. Puede que te enfades contigo misma por no poder estar bien, por no aprovechar el día. O que te sientas mal justo cuando algo bueno te está ocurriendo. ¿Te ha pasado?

Hay formas de malestar que no nacen en el presente. Son restos de algo más profundo, más antiguo. A veces sentimos culpa sin darnos cuenta, por cosas que ni siquiera consideramos “culpables”: haber crecido, habernos separado, haber elegido algo distinto a lo que otros esperaban de nosotros, deseos considerados inaceptables... Y como no se reconoce, no se nombra. Se cuela de otras formas: ansiedad, tristeza, irritabilidad, cansancio y toda una serie de síntomas variopintos en función de la base psíquica constitucional de la persona.

Un ejemplo de esta clase de culpa que no se ve, podría ser el autodesprecio. Cuando una persona se critica constantemente, se boicotea, o no permite sentirse válida o querida. Como si, en el fondo, algo le dijera: “He hecho algo mal, aunque no sepa qué, y por eso merezco sentirme así.” Ese “algo mal” no tiene por qué ser real. A veces son sentimientos que se vivieron como inaceptables: rabia hacia los padres, celos entre hermanos, deseos de separarse o de ser diferente. Y como no se pueden pensar, se actúan: en forma de exigencia, de no sentirse suficiente, de no permitirte estar bien. Es como si una parte interna repitiera: “No estás a la altura. No lo mereces.” Y eso no se corrige solo con subir la autoestima, sino entendiendo a quién está dirigida esa voz, de dónde viene y por qué sigue ahí.

También puede pasar que, cuando todo va bien, algo dentro se active y lo eche a perder. Justo cuando aparece la calma, llega un síntoma. Una duda. Una tensión. Un nuevo problema. Como si estar bien fuera peligroso. Como si hubiera que pagar cada momento de bienestar. Tal vez sea una forma muy silenciosa de castigo, por haber deseado algo que antes no era permitido, por haberse sentido bien cuando se esperaba sufrimiento, o simplemente por haberse alejado de lo que otros necesitaban.

Esta culpa inconsciente nos impide disfrutar de la vida al 100%. Nos empuja a repetir errores o a bloquearnos justo cuando estábamos por avanzar. Cuando ese tipo de culpa no se puede nombrar, se transforma en otra cosa: en síntomas, en angustia, en ese malestar sin causa aparente que parece llegar solo para recordarte que no puedes estar del todo bien. Pero sí puedes, puedes empezar a escuchar ese malestar como una señal, como una parte que necesita ser comprendida.

Comentarios

Deja un comentario

En cvap.es utilizamos cookies propias y de terceros para ofrecerte lo mejor de nuestra web. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso.