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el 11 marzo 2024

Alguna vez me he visto en la dificultad de explicar qué es la terapia Gestalt en ambientes ajenos a la psicología. Digo dificultad porque, por un lado, no es fácil transmitir aquello que puede considerarse experiencia pura.  No en vano Claudio Naranjo considera la Gestalt como un experiencialismo ateórico, y con toda razón, porque si en algo destaca esta, no es en poseer una elaborada teoría, sino en que facilita primordialmente el contacto emocional. Y, por otro lado, me parece importante mantener un lenguaje que transmita la seriedad propia de una terapia que forma una parte muy importante de la psicología humanista, y que está avalada con una práctica efectiva de más de sesenta años.

 Aun así, de vez en cuando por iniciativa propia, me gusta hacer el esfuerzo de expresar lo que con el tiempo ha ido haciendo espacio en mí desde esta perspectiva terapéutica.  Normalmente, empiezo diciendo que la Gestalt es una terapia que no se centra en lo patológico de la conducta, ni en el ser humano como un elemento aislado del mundo analizable solo en términos de estímulo-respuesta, sino que pone su acento en las potencialidades del individuo y en su capacidad de autorregulación.

También me gusta diferenciarla conceptualmente de la psicología de la Gestalt, que aborda el estudio de fenómenos perceptivos y que, posiblemente, la coincidencia en el nombre de ambas responda solo a una mera cuestión de intereses y coincidencias históricas.

La palabra “gestalt”, es un vocablo alemán que significa algo como figura, forma, configuración, entre otros. Personalmente, me gusta el también utilizado término, “totalidad”; porque en la terapia Gestalt el terapeuta actúa como catalizador de la integración de la persona. Dicho de otra forma, acompaña a procesar las situaciones problemáticas que surgen de necesidades inconclusas.

Para ello, cuenta con una serie de técnicas que se rigen por tres principios básicos: “El aquí y ahora”, entendido como el desarrollo de la capacidad de centrar la atención en el presente; el “Darse cuenta”, como la invitación a la escucha interior continua que permite contactar con lo que pasa en el organismo a nivel de necesidades; y la “Responsabilidad”, como cualidad de la existencia humana, llamada, ineludiblemente, a responder ante la vida. 

Podríamos preguntarnos, ¿qué tipo de situaciones concretas aborda la Gestalt? Un ejemplo clásico sería, cuando un paciente experimenta un duelo por la pérdida de un ser querido que, a lo largo del tiempo, por las razones que sea, no ha sabido procesar adecuadamente. Esto se manifiesta como una dificultad para conectar sanamente con el recuerdo de esa persona y, en consecuencia, vive las despedidas con mucha angustia, siente constante tristeza, melancolía, etc. Evidentemente, esa persona experimenta un malestar significativo en su vida diaria que requiere ser trabajado.

Ahora, ¿cómo se podría tratar esta situación en Gestalt?  Lo primero que salta a la vista es la necesidad de completar la experiencia de separación que se ha interrumpido. El trabajo en terapia será, con el acompañamiento y ambiente adecuado, intentar hacer presentes en “el aquí y ahora” los sentimientos relacionados con ese duelo, por muy desagradables que sean; pasando por el “darse cuenta” de cómo se interrumpe cada vez que esta necesidad intenta aflorar, para luego contactar con ella y, finalmente, “responder” desde la aceptación y la adaptación, a la “nueva” situación en la que vive.

Realizar un proceso en Gestalt, puede traducirse como vivir una experiencia completa, un contacto consciente con la satisfacción de nuestras más hondas necesidades, que se traduce en un mejor vivir.

Por último, entiendo que, aunque las palabras no llegan a transmitir con exactitud los procesos que se llevan a cabo trabajando con terapia Gestalt, al menos de manera general son descriptibles.

Afortunadamente, en nuestro trabajo diario los gestaltistas demostramos no desde la teoría sino desde la experiencia lo que he intentado explicar aquí.

En fin, Gestalt se puede definir, por sus efectos, como una terapia en la que se ayuda a las personas a vivir con mayor plenitud; a experimentar saludablemente tanto lo agradable como desagradable que tiene la vida; y definitivamente, a ser cada día más responsables y conscientes de la historia personal.

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