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el 20 enero 2022

A lo largo de la historia, los problemas psicológicos o “del alma” (psique) han sido atendidos por los magos, posteriormente por los religiosos y maestros espirituales, en cierta parte reflexionados por los filósofos y, hace poco más de un siglo, se han sumado -sin desterrar a los demás- los psiquiatras y psicólogos. Todos estos abordajes se han compuesto de una vertiente subjetiva y otra objetiva.

Dentro de la psicología y la psiquiatría, ciencias relativamente jóvenes, destacamos diferentes enfoques, que siempre han chocado y se han descalificado entre estos extremos de la objetividad y la subjetividad. Así, hay diversos modos de entender y tratar los problemas psicológicos. Lamentablemente, en vez de considerar esta diversidad una riqueza pendiente de integrar en un modelo teórico más amplio, no pocos profesores de la propia universidad donde se forman los futuros profesionales manifiestan una parcialidad y una falta de respeto tales que, más que como opciones diferentes, estos diversos enfoques son divididos entre supuestas “verdades científicas” (lo objetivo) y auténticas patrañas (lo subjetivo). Claro está, esto no se corresponde en absoluto con la experiencia clínica y las aportaciones de cientos de miles de profesionales y muchos más pacientes a lo largo de las décadas, pacientes que se han dejado su dinero porque todos los enfoques serios les han servido en distintas formas y, por supuesto, según el caso. Ni se corresponde con el peso que todos estos enfoques tienen en la calle, las consultas, el lenguaje y la forma de pensar de la gente, los libros, las películas, en suma, nuestra cultura. No conozco otra ciencia en la que ocurra algo semejante. Que unos profesionales discrepen de otros en determinadas teorías, leyes o técnicas es una cosa, pero que unos consideren que nada en absoluto de lo que hacen otros profesionales serios sirva de nada, es otra muy distinta. Y que unos enfoques y otros se “roben” las ideas y las técnicas sin reconocer las mutuas influencias, ¡clama al cielo! Por fortuna, esto significa que hay aspectos de cada enfoque válidos para los otros y que la integración entre modelos sigue adelante aunque no se quiera reconocer.

Injustamente, como siempre, describiré los cinco enfoques principales haciendo una aclaración. Técnicas terapéuticas hay cientos. También hay enfoques transversales, es decir, que existen en cada enfoque principal, como la terapia sistémica, que puede ser de corte psicoanalítico, cognitivo o humanista, pero no me refiero a esto, sino a enfoques con una “filosofía de fondo” diferente, que debería de ser complementaria.

  • Psicoanálisis. Es la “primera fuerza” de la psicología, cronológicamente hablando. Se atrevió a profundizar en lugares no explorados del inconsciente, un acto valiente, sin duda, muy criticado en su época, pero tuvo que enfrentarse a una devastadora subjetividad que intentó paliar con la teoría instintiva y, posteriormente, con otras teorías. Resulta ser una psicoterapia muy larga, algo que no significa que no de sus frutos. Pero, amén del tiempo requerido y de que una terapia así no podría estar económicamente al alcance de la mayoría, ¿descubrir las motivaciones inconscientes de nuestros actos supone la solución a todos los problemas psicológicos? Parece ser que no.

 

  • Conductismo. De estas limitaciones y críticas surgió la “segunda fuerza”, o psicología conductista. Empieza arrasando con todo vestigio de subjetividad, centrándose sólo en las conductas observables, mostrando auténtica aversión al inconsciente, a cualquier interpretación subjetiva del ser humano, a cualquier interpretación de una emoción o una experiencia en general. Sólo importa lo observable con la apropiación de que solo lo visible es “científico”. Esto supuso fuertes críticas de simplismo, de que solo servía para adiestrar niños o animales de circo, para hábitos comportamentales sin apenas necesidad de inteligencia, dejando fuera toda la riqueza de la subjetividad y la experiencia humanas. Así, su búsqueda de la objetividad científica resultó su tumba, ya que no tuvo en cuenta que no son comparables, como objeto de estudio, las íntimas vivencias humanas y las cosas observables, medibles y pesables. Además, ¿todo ha sido aprendido en nuestra vida por refuerzos positivos y todo se puede desaprender con refuerzos negativos? Parece ser que no.

 

  • Humanismo. Fueron pasando los años y fue calando la fenomenología en filosofía, el humanismo y el existencialismo, es decir, cómo se le representa todo a la conciencia de forma experiencial y subjetiva. La psicología humanista, “tercera fuerza”, quiso tomar en parte la profundidad del psicoanálisis, del que provenían muchos de los creadores de estas nuevas psicoterapias, y la practicidad de la psicología conductista, que ya iba derivando según lo dicho atrás en psicología cognitiva y luego en la actual psicología cognitivo-conductual, ante las fuertes críticas de simplismo suscitadas. La naciente psicología humanista se basó en la experiencia, dando gran importancia a las emociones y al cuerpo, y despreciando en parte la racionalidad. Así, este nuevo enfoque introdujo conceptos que iban más allá de la patología, extendiéndose a mucha más población partiendo de que todos tenemos un potencial de salud mental, felicidad y autorrealización que podemos desarrollar. La apertura fue tremenda, integrando además muchas influencias de la sabiduría oriental, descubriendo mil experiencias que tenían valor psicoterapéutico, pero a veces se cruzó la línea entre que muchas cosas más fueran válidas y que todo valga. En cualquier caso, ¿sólo a base de experimentar las cosas se consiguen los objetivos psicoterapéuticos? Parece ser que no.

 

  • Transpersonal o Integral. Todo lo anterior y, en especial, la psicología humanista, está evolucionando en la actualidad hacia la “cuarta fuerza” aún poco conocida denominada psicología transpersonal, que incluye una espiritualidad no religiosa como nivel superior y como energía substancial de todo proceso de la psique humana. Aquí se ha dado una división interna que ha derivado en separar las denominaciones de psicología transpersonal y psicología integral. El primer enfoque (transpersonal) utiliza técnicas experienciales y espirituales como diversos tipos de respiración, meditación pasiva o activa, fantasía guiada, visualización simbólica o técnicas contemplativas. El segundo enfoque (Integral) muestra un modelo teórico amplísimo donde caben todos los tipos de niveles de conciencia y padecimientos psicológicos desde los más graves hasta los espirituales. Pero ¿basta con las técnicas transpersonales para abordar los problemas mentales? Parece ser que no.

 

  • Por su parte, la psiquiatría se basa en el sustrato corporal “objetivo”, y desde un enfoque radical considera que los trastornos mentales tienen su causa en el cuerpo, de modo que se curarán o mejorarán por medio de una medicación adecuada, siendo secundaria o hasta innecesaria para los psiquiatras radicales la intervención psicoterapéutica. Pero ¿basta con medicamentos para resolver los trastornos mentales? Parece ser que no.

 

Por fortuna, un buen número de los grandes creadores de las diferentes psicoterapias han sido psiquiatras que no se han conformado con un abordaje meramente físico del sufrimiento de sus pacientes. Además, hoy en día se está imponiendo la coordinación entre diferentes profesionales para abordar un determinado problema (psiquiatras, psicólogos, psicopedagogos, trabajadores sociales, educadores sociales, profesores, etc.).

En conclusión, todos los abordajes psicológicos se sitúan en última instancia entre dos polos, y los movimientos pendulares han disputado sus batallas entre la subjetividad y la objetividad. Un enfoque exclusivamente objetivo dejaría toda la subjetividad humana fuera, lo cual es como rebajar un cuadro de Velázquez o Picasso al número de colores de óleo, centímetros cuadrados de lienzo y tipos de pinceladas, es decir, simplismo. Un enfoque exclusivamente subjetivo daría lugar a la interpretación arbitraria del psicoterapeuta o, peor aún, del primer charlatán sin formación que se autoproclamara como tal. Por desgracia, hay lamentables ejemplos de ambos extremismos, desde los más sonoros a nivel académico hasta los más escondidos en las consultas. Frente a estos desatinos, mejor sería que siguiéramos trabajando en cómo encontrar un enfoque que abrace lo objetivo y lo subjetivo horizontalmente, y que abarque verticalmente desde los trastornos mentales más graves (psicóticos, fronterizos y neuróticos) hasta los trastornos espirituales pasando por los trastornos en las relaciones y los existenciales, así como las aspiraciones de ser más felices y tener una vida más plena sin necesidad de que haya un trastorno previo. Deberíamos partir siempre de una formación rigurosa e innovadora, prudente y valiente, de lo profundo y lo evidente, una formación que incluya la vivencia experiencial, la elaboración mental y el cambio práctico en la vida. El mejor y, francamente, el único paradigma teórico que conozco con semejante amplitud es el espectro de la conciencia de Ken Wilber. No se le puede criticar porque deje fuera a ninguna psicoterapia seria, sino que escondidamente se le critica porque no admite que cualquiera de ellas sea la única válida en detrimento de las demás. Y siguen las peleas entre lo que es científico y lo que es simplista, y erre que erre, una pelea realmente jurásica para los filósofos, que hace siglos detectaron esta falacia. Hay que fastidiarse… Mi pelea es con la pelea.

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