Empezó un viaje de 3 años. Un viaje que las prácticas universitarias en Terapia Gestalt de psicología en el Centro Valenciano de Psicoterapia me habían dado a conocer. Quería ayudar a las personas, y quería también ayudarme a mí a estar preparado para hacerlo.
Esperando, como siempre, esas herramientas mágicas, esas frases ‘cambia-vidas’, esas intervenciones fantásticas, me fui dando cuenta, e incluso al principio frustrado, que la cosa iba por otro lado.
Es algo que también he visto en otras promociones de alumnos de la Formación en Terapia Gestalt, cómo cuando llevan ya un año hay una especie de frustración por no ‘saber hacer’, por esa ansiedad en intervenir, en sanar de manera milagrosa.
Y lo que se va dando es un viaje por saber pensar, saber ser y saber hacer. Y ahí, a poquitos, uno se va dando cuenta que de repente sabe estar delante de otra persona mientras se emociona, mientras te cuenta su dolor, su conflicto, sin tapar lo que se te mueve por dentro, sin sacarle de su emoción, sabiendo esperar, escuchando, permitiendo que la persona vaya tomando conciencia mientras cuidamos un contacto. El mío como terapeuta en formación, el suyo como persona con su asunto.
Y todo esto se va dando porque como terapeuta en formación hago un primer tramo de viaje donde me observo, detecto mis conflictos, y en las diferentes dinámicas, con los diferentes docentes, me van trabajando cómo es esto de trabajar terapéuticamente. Sin yo saber hacer, van haciendo sobre mí. Y esto va calando. Y cuando menos me lo espero, voy trasladando esta manera de trabajar que tuvieron conmigo a mis compañeros de formación cuando se ponen en mis manos.
Otra de las cosas que aprendí en mi viaje fue la diferencia entre los docentes. Esto de que el terapeuta es su instrumento dota de una variedad de estilos, de presencias, de maneras de trabajo tan rico que todavía me sigue entusiasmando. Cada uno a su manera, ni mejor ni peor. Para desde ahí, ir descubriendo tu manera. Tu forma de estar delante de alguien, tu forma de devolver, de señalar, de apoyar y confrontar.
Un viaje a mis profundidades para luego saber acompañar a las profundidades del otro.
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