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el 13 marzo 2025

Los mecanismos de defensa son estrategias psicológicas que empleamos, de manera inconsciente, para manejar situaciones que nos generan ansiedad o conflicto. Aunque son útiles en ciertos momentos, su uso excesivo o rígido puede dificultar nuestra capacidad para afrontar la realidad y relacionarnos con los demás.

Uno de los mecanismos más básicos es la represión, que consiste en "olvidar" o mantener fuera de la conciencia pensamientos, recuerdos o deseos que nos resultan dolorosos o conflictivos. Por ejemplo, alguien que ha vivido una experiencia traumática puede no recordarla conscientemente, pero eso no significa que no le afecte.

Otro mecanismo común es la negación, que nos lleva a rechazar la realidad para evitar el dolor o la ansiedad que esta nos provoca. ¿Alguna vez has conocido a alguien que actúa como si un problema no existiera? Eso es la negación en acción.            

La proyección es otro mecanismo interesante; consiste en atribuir a otras personas nuestros propios sentimientos o impulsos inaceptables. Por ejemplo, si alguien siente envidia hacia un compañero de trabajo, puede creer que es el compañero quien le envidia a él.

La identificación es un mecanismo que nos lleva a adoptar características de alguien que admiramos o tememos, a menudo como una forma de lidiar con la pérdida o la inseguridad.

La racionalización nos permite dar explicaciones lógicas a comportamientos o sentimientos que, en realidad, son irracionales. ¿Te has encontrado justificando algo que hiciste, aunque en el fondo sabías que no era lo correcto? Eso es racionalización.

La formación reactiva nos lleva a actuar de manera opuesta a lo que realmente sentimos. Por ejemplo, alguien que siente hostilidad hacia otra persona puede mostrarse excesivamente amable con ella.       

La regresión es un mecanismo que nos hace "retroceder" a comportamientos más infantiles en momentos de estrés, como una forma de buscar seguridad y evitar la ansiedad.

El aislamiento es otro mecanismo que nos permite separar un pensamiento o recuerdo de las emociones que lo acompañan. Por ejemplo, alguien puede hablar de un evento traumático sin mostrar ninguna emoción al respecto.

El desplazamiento nos lleva a redirigir nuestras emociones hacia un objeto o persona menos amenazante. Por ejemplo, alguien que está enfadado con su jefe puede llegar a casa y descargar su ira con un familiar.

Finalmente, la sublimación, aunque no todos los autores la consideran un mecanismo de defensa estricto por ser una estrategia adaptativa, consiste en canalizar impulsos inaceptables hacia actividades socialmente valoradas, como el arte, el deporte o el trabajo.

Los mecanismos de defensa no son intrínsecamente "buenos" o "malos". De hecho, son una parte natural de nuestro funcionamiento psicológico y nos ayudan a manejar el estrés y la ansiedad en el día a día. Sin embargo, cuando se utilizan de manera excesiva o rígida, pueden convertirse en un obstáculo para nuestro bienestar emocional. Por ejemplo, la represión puede ser útil en el corto plazo, pero a largo plazo puede llevar a síntomas físicos o emocionales. De igual manera, la negación puede ayudarnos a sobrevivir en momentos de crisis, pero si se mantiene, nos impide afrontar la realidad.

En psicoterapia, uno de los objetivos es ayudar a las personas a identificar y comprender sus mecanismos de defensa. A través de la exploración consciente, podemos aprender a manejar la ansiedad y el conflicto de maneras más saludables y adaptativas.

 

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