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el 1 noviembre 2017

Con frecuencia olvidamos poner el acento que merecen la crisis, el lugar donde todo se inicia. A veces, en el mejor de los casos, nos imaginamos decidiendo crecer o conquistar nuevos territorios interiores por puro placer sin más, porque se me promete una vida mejor. Pero es sabida la carencia necesaria que precede a la satisfacción, el drama de un pueblo que necesita de un héroe que haga un viaje y regrese, de la infancia que termina en la adolescencia (de adolecer, dolor, carencia). Ya va siendo conocida la procedencia del término crisis que nos recuerda Karl A. Slaikeu: “El término chino de crisis (weiji) se compone de dos caracteres que significan peligro y oportunidad, ocurriendo al mismo tiempo (Wilhelm, 1967). La palabra inglesa se basa en el griego krinein que significa decidir (Lidell y Scott, 1968).” Guillermo Borja señala al respecto: “Lo que más atemoriza al ser humano es caer en una crisis porque pone de manifiesto todo lo que está irresuelto: la dependencia, la necesidad, la carencia… No se puede resolver nada profundo si no es a través de una crisis, pues ella misma posee los elementos de la curación. ”Y es que la crisis (el malestar, el síntoma, el conflicto), no sólo es un “mal” ante el que podemos iniciar un “viaje”, un proceso personal, ni siquiera es sólo una oportunidad en el sentido “oportunista” y controlado; es más que eso: sin crisis, no hay cambio. Sin insatisfacción, sin carencia, sin deseos frustrados, sin falta o, como mínimo, sin aspiraciones mayores a lo que se tiene, no se dan las condiciones para el movimiento. Por ello podríamos decir que la primera capa de la neurosis que señala Friz Perls es la más inconsciente, la más “enferma”, la más propensa a los síntomas (que afloran como elementos extraños que la persona no sabe a qué vienen y que sólo busca acallar con unas pastillas -a veces necesarias- o una terapia "milagrosa" lo antes posible).

Es cierto que hay personas que están bastante sanas y, no tiene sentido dramatizar las cosas ni considerarse “superior” a los demás en ningún sentido debido a la inquietud por conocerse y crecer, como ocurre a algunos terapeutas en sus inicios egotistas o incluso después, pero también es cierto que los “buscadores”, los que han cambiado el mundo con sus innovaciones filosóficas, artísticas, legales o técnicas en todos los campos del conocimiento humano interno y externo, han sido siempre personas insatisfechas, personas que tenían “hambre” de conocimiento en algún sentido, hambre de desarrollar las cosas y desarrollarse ellos mismos. Es por ello que, el peor escenario posible, sería el de una persona, una familia, un país o una sociedad enferma que no está en crisis consigo misma.

En los procesos personales, los síntomas, las crisis, son los que permiten la frustración y el cuestionamiento que lleve al inicio del proceso. Puede que esto suene muy fatalista, pero eso es precisamente porque tememos excesivamente las crisis. Si no les tuviéramos tanto pavor, podríamos compaginar estar en paz con nuestra vida actual y, a la vez, insatisfechos con ella, queriendo crecer. Por así decirlo, necesitamos estar en paz para vivir y, a la vez, necesitamos conocer nuestras carencias y deseos para seguir creciendo. En cualquier psicoterapia es clave la crisis inicial, la demanda, la motivación para el tratamiento y los antecedentes de esa crisis en la historia de la persona. Muchas personas han cambiado aspectos de sus vidas o las han transformado intensamente, y todas ellas han empezado a hacerlo por estar y reconocerse en crisis.  

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