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el 22 enero 2024

Me gusta comparar la mente con una comunidad de vecinos.

En el bajo nadie sabe del todo quién vive. A veces hay trasiego, a veces no se oye nada. Fundamentalmente por las noches es cuando más cosas ocurren sin que nadie entienda bien qué significan. En el primer piso están las puertas de los vecinos más conflictivos y egocéntricos. Parece que solo les gustara la bronca y la juerga, las peleas y el sexo. Son demasiado extremistas para vivir en comunidad, pero es lo que hay. Con ellos todo es posible, lo mejor y lo peor. A veces se pelean entre ellos, o se juntan y mezclan la fiesta con la bronca. En el segundo piso vive gente más sensible, a dios gracias, pero no te aburres con ellos tampoco, desde luego. No diré que no pueden ser algo dramáticos: unos son muy miedosos, otros discutidores, a otros se les ve tristones, e incluso hay unos a los que siempre se suele ver alegres y cariñosos. A veces se enzarzan entre ellos y, donde creías que había un problema que les enfadaba, encuentras algo que les tiene asustados y, donde creías que había una fiesta, descubres que hay gente llorando y, tras llorar, se abrazan y compruebas lo que se quieren. ¡Son increíbles! Sé que hasta ahora esto parece un absoluto manicomio, y en parte lo es, pero creo que las verdaderas ganas de vivir se concentran en estas dos plantas. Por último, en el tercer piso yo diría que viven los vecinos más razonables, los que más tienen en cuenta a los demás y respetan las reglas, los que suelen dirigir y tomar las decisiones, y menos mal, porque si no… Pero a veces son tremendamente aburridos y previsibles y, aunque suelen proponer en las juntas de vecinos lo más sensato del orden del día, lo cierto es que no siempre es lo mejor. Los de los pisos inferiores, los más ruidosos y apasionados, todo hay que decirlo, han propuesto estos años auténticas burradas que a veces han resultado ser genialidades, aunque es cierto que necesitamos a los sensatos para hacerlas realidad y madurarlas con calma sin tener problemas.

A veces hay peleas entre los vecinos de las mismas plantas. A veces entre unas plantas y otras. Lo que es coherente para unos, es inconcebible para otros. Cuando surgen auténticos conflictos no sé ni cómo podemos convivir sin irnos cada uno en una dirección o prender fuego al edificio, pero, cuando estamos bien, es perfecto: disfrutas y te sientes seguro con los del primero como con ningunos otros; vibras con los del segundo en todo el abanico de colores que tiene la vida, los claros y los oscuros, y los del tercero… los del tercero son esenciales para respetarnos, escucharnos, entendernos y poder convivir. Incluso la misteriosa planta baja permanece tranquila, contenida, sin dar problemas, aunque nadie haya comprendido nunca del todo qué ocurre ahí.

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