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el 3 octubre 2022

En el lindy hop -un baile divertidísimo-, como en cualquier baile en pareja, hay principalmente tres retos:

1. Bailar (solo/a)

Algunas personas no han aprendido a bailar solas. No conocen su propio cuerpo, su propio movimiento, y experimentan su danza como torpe, robótica o inestable. Podemos decir que les falta contacto consigo mismas. Cuando en la vida nos falta contacto con nosotros mismos tenemos dificultad para saber lo que nos nace hacer, lo que nos gusta, lo que nos molesta, lo que sabemos… estamos ante dificultades internas.

2. Bailar con otra persona

Otras personas pueden marcarse unos pasos geniales, llenos de ritmitos o estilazo. Ahora, no les pongas a bailar con alguien, que empieza el lío. A veces uno intenta controlar el movimiento del otro (le empuja hacia una dirección, le fuerza un giro…) y acabará incluso haciéndole daño (como cuando herimos al otro por no respetar sus diferencias, sus propios tiempos…). O propondrá pasos y pasos todo el rato, sin dejar margen a la otra persona para que improvise y se exprese a su manera (como en una pareja en la que uno toma las decisiones y el otro se va reduciendo a polvo). Otras tantas ocurrirá lo contrario: se proponen ideas a medias, con dudas, o sin la suficiente firmeza, y no se llegará a nada (como cuando no se expresan los sentimientos y la relación se enfría). Son ejemplo de cómo a las personas a menudo les falta contacto con los demás. Estamos ahora ante dificultades relacionales.

Los más avanzados en el arte de bailar pueden llegar a inspirarse de su pareja: observan sus movimientos y se les ocurre algo nuevo; sienten su energía y se contagian de ella… cuando hay una buena conexión, las relaciones tienen el potencial de nutrirnos e incluso transformarnos.

3. Bailar con la música

Finalmente hay quienes están tan metidos en su propio mundo que se vuelven sordos al exterior. Se empeñan en meter pasos imposibles para una canción tan rápida (como cuando intentamos hacer cien cosas en un día); o entran a destiempo (decimos que sí a un compromiso cuando no nos viene bien; o dejamos pasar algo importante porque nos creemos que siempre podremos hacerlo). Son ejemplos de cómo nos puede faltar contacto con el contexto externo. Estamos ante dificultades situacionales.

Si observas a bailarines expertos te darás cuenta de que no se pelean con la canción (no intentan imponer sus pasos suene lo que suene). Verdaderamente escuchan la música y juegan con ella. Según cambia, van intensificando la energía, bailando más relajadamente, parando… Las personas suelen vivir mejor cuando pueden entender el contexto que les rodea y usarlo a su favor. Como ocurrió ese día en el que mi tío se quedó en paro y yo le dije “lo siento” y él respondió “qué va, voy a aprovechar para pintar y montar en parapente”.

 

Ahora quizás estés pensando lo que yo: ¡qué jodido es eso de bailar! (¡Y qué jodido es eso de vivir!) Suerte que no es tarde para aprender ninguna de las dos.

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