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el 7 julio 2022

Me he comprometido a escribir un post, pero no se me ocurre nada. A decir verdad, se me ocurren muchas cosas, hasta tengo una casi escrita, pero ninguna me motiva. A mi pensamiento racional le parecen válidas, pero no me apetece abordarlas, lo que genera que no me parezcan interesantes, que no me susciten verdaderas ganas de teclear. “Son válidas”, dice mi pensamiento, “pero no me interesan ahora”, evidencian mis emociones. En suma, podrían valer, por qué no, pero no me valen.

Respiro… me detengo en lo obvio… suelto lo que debería hacer y me centro en lo que estoy haciendo… en lo que me está pasando. Hoy no tengo ganas de intelectualizar. Con el paso de los años, veo que cada vez se impone más el aquí y ahora, el centrarme en lo que está ocurriendo justo ahora mismo, dejando proyectos, planes, expectativas, objetivos... No tiene el mérito que tendría en una persona de veintitantos o treinta y tantos. Ahí sí que cuesta el aquí y ahora. ¡Ahí sí que es meritorio! Pero con los años el aquí y ahora se impone, ocupa el escenario, casi acorrala, como un corral donde se arremolina la brisa que me refresca, en el que las plantas y las flores llenan el espacio de color, donde el sol da calor y las moscas mosquean, donde suenan las chicharras y huele a jazmín y lavanda. A mi mente acuden un par de frases. La mítica de John Lennon, «La vida es aquello que te ocurre mientras tú te empeñas en hacer otros planes» y, supongo que, a consecuencia de esta, otra de la que no recuerdo el/la autor/a: «Disfruta del atardecer. No puedes llevarlo contigo.» Me evoca un sueño de niño. Motivado por mi padre, me gustaba coleccionar monedas diferentes. Una noche, soñé que encontraba miles de monedas interesantes en una cueva. Consciente en el sueño de que era un sueño y desaparecerían al despertar, agarré con fuerza las que pude en mi puño, y al despertar tenía agarrada la sábana. No me detuve a conocer las monedas, y tampoco pude llevármelas conmigo. Pues eso, que me quedo aquí respirando, sin ningún objetivo en este momento, sin necesidad ni intención de irme a ningún sitio al que no quiera ir, disfrutando del atardecer repleto de sensaciones y vacío de ideas. Te dejo. Que tengas un buen día.

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