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el 30 diciembre 2015

Hace 4 meses que he dejado de beber. Empieza a asomar el ambiente navideño. Uf… ya tengo contabilizadas 2 comidas y 3 cenas: con dos clientes, la cena de la empresa, la del gimnasio y la de primos. La mayoría de las personas que conozco sabe del calvario que pasé hasta que conseguí tomar la decisión de apartar el alcohol de mi vida: mentiras y autoengaños que me llevaron a no cuidar mi matrimonio ni mis hijos, a no dedicarles el tiempo y el afecto que necesitaban. Descuidé un trabajo que yo había creado con toda la ilusión de la que era capaz. Por no hablar de mi hígado…en todas las revisiones me preguntaban si bebía y, claro, decía que alguna cerveza de vez en cuando. Mi familia fue el mejor apoyo que pude tener, tanto mis padres como mi pareja. Me acompañaron en cada una de mis visitas a médicos, psicólogos, psiquiatras, grupos de apoyo… Siempre han estado ahí, desde la primera vez que busqué ayuda (por fichar más que otra cosa) hasta que la decisión fue mía hace cuatro meses. Soy una persona muy afortunada por contar con ellos. En este recorrido he conocido a otras personas con mi mismo problema, que me contaban que sus familiares se habían ido cansando de sus continuas promesas y ahora acudían solos a la terapia.

Sé que vivo en una sociedad en la que el alcohol está a mi alrededor continuamente y de una manera muy normalizada y social: dando un paseo puedo encontrar a muchas personas tomando una cerveza en cualquier terraza; voy a comprar y hay un pasillo en el supermercado dedicado a las bebidas alcohólicas; en cualquier cumpleaños (aunque sea de nuestros hijos) los mayores brindamos por el que cumple esos años… incluso en la misa diaria el cura toma la sangre de Cristo, que no es otra cosa que vino.

Para mí la navidad significa una situación de altísimo riesgo: no hay ni una sola celebración en la que no esté presente el alcohol, desde el vino o cerveza de las comidas y cenas, hasta el cava con el que todo el personal brinda en cada una de ellas. Me pongo en modo “no quiero” y no lo abandono en ningún momento. No puedo permitirme bajar la guardia. El peligro está incluso en la caja de navidad que me entrega mi encargada: una botella de vino y otra de moscatel. Cada mañana al levantarme, me recuerdo que no quiero beber y que voy a esforzarme por no hacerlo. Es mi decisión desde hace 4 meses y la voy a mantener.  

Comentarios

urria el 12 de 12 del 2018

la sociedad esta llena de tentaciones de todo tipo a las que nos tenemos que resistir todos losminutos de nuestra vida, desde el alcohol que dice el articulo, hasta las drogas, la prostitucion, el consumismo de productos que no necesitamos, las novedades tecnologicas, etc, paro aqui decir cosas porque la lista es casi infinita.

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