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el 16 noviembre 2021

En terapia Gestalt hablamos de la importancia del contacto, de “conectar” o no conectar al hablar, al mirar, al besar, al mostrar un malestar, al respirar, al sentir el propio cuerpo, al contemplar el mundo… La clave está en el contacto; no en el ruido, sino en las nueces; no en abarcar, sino en apretar; no en ladrar, sino en morder. Los gritos histéricos, las explicaciones sesudas, las actitudes agobiadas, las conductas aceleradas, las apatías… En nada de esto hay verdadero contacto con uno mismo, con el otro, con los otros… Y, por eso, cuando no hay contacto, nunca pasa nada. Pasan muchas cosas en la superficie, pero en el fondo nunca pasa nada.

Me vienen los cientos de "amigos" y seguidores en las redes sociales. Y las aplicaciones para buscar pareja con sus algoritmos tramposos. Y los estudios recientes que demuestran que, quienes hacen muchas fotos en sus viajes, recuerdan peor lo que han visto que quienes han mirado de verdad. Me viene “La sociedad del cansancio” y “La agonía del Eros” del filósofo Byung-Chul Han. Me viene que actualmente está bajando la media del cociente intelectual porque estamos yendo a la inteligencia de los animales: estar pendientes de mil cosas sin profundidad, sin silencio, sin dejarnos empapar, sin introspección. Me viene que haya desaparecido la Filosofía y la Antropología del grado en Psicología. La cantidad sobre la calidad. Los datos sobre las ideas. El espectáculo sobre el periodismo. La angustia por perder un fin de semana sin un "buen plan" sobre un paseo íntimo. El "turismo" psicoterapéutico sobre el proceso psicoterapéutico. Hasta la publicidad que vemos es un reflejo de nuestros intereses. No es algo que está ahí y me puede interesar, sino algo que se me muestra porque antes yo ya he mostrado interés. La publicidad personalizada es endogámica. Y el mundo al que me asoma no me lleva más allá de mí mismo, sino a más de mí mismo. Buscamos nuestro reflejo en el espejo, como en el mito de Narciso. Estamos más comunicados y solos que nunca. Buscamos a quien sea igual y “me sume”, no a quien sea diferente y me reste. ¿Acaso es posible un otro que no nos reste también? Que la balanza final de pros y contras en una relación sea lógicamente positiva no implica que todos los números tengan que serlo.

No quiero hablar como un viejo reguñón y cascarrabias. Seguro que el mundo va a mejor, pero seguro también que esta no es más que una precaria estación de paso, que la humanidad está transitando un camino que nació en la bestialidad, que ha pasado por la represión, y que ahora está en el narcisismo. Y aún queda mucho por recorrer.

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