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el 16 junio 2025

Con este escrito quiero seguir compartiendo algunas de las experiencias más significativas que he vivido en mi Formación en el Centro Valenciano de Psicoterapia. Un camino que, como ya dije en mi anterior escrito, me ha devuelto a lo que yo llamo casa”.

Una de las tomas de conciencia más profundas que viví durante la Formación en el CVaP fue la sensación de recuperar” mi cuerpo. Durante mucho tiempo, sin darme cuenta, estuve viviendo sin un verdadero contacto con él, sin conexión con mis necesidades, creyendo que pensar sobre lo que sentía era lo mismo que sentirlo. La Gestalt me fue enseñando, con paciencia y práctica, que el cuerpo no solo guarda lo que no expresamos, sino que también contiene una memoria que conduce a las verdaderas necesidades. Esto me ayudó a recorrer un camino de vuelta que le dio integridad a mi ser. En conexión y diálogo con mi cuerpo, empecé a sentirme más presente y a tener la experiencia de diálogo” con él como una forma de conocimiento más plena.

Otra experiencia muy significativa de mi Formación en Terapia Gestalt fue comprender el peso de lo inconcluso, de aquellos temas de mi vida que necesitaban ser cerrados. Durante el proceso, empecé a darme cuenta de que muchas de mis preocupaciones o resistencias no eran nuevas: eran ecos de asuntos no resueltos, relaciones abiertas, decisiones postergadas.

La Gestalt no me ofreció una fórmula concreta para cerrarlos —esa era parte de mi responsabilidad—, pero sí me dio un lugar donde mirar con honestidad lo que había quedado pendiente. Y, sobre todo, me ayudó a reconocer que cerrar es dar un lugar adecuado a lo vivido —a pesar del dolor que eso me podía generar—, y que hacerlo me conectaba, finalmente, con una sensación de sosiego que disolvía la fantasía de perpetuidad del dolor (así se percibe, desde el miedo, lo que no se resuelve) desde la que me había estado relacionando con mis asignaturas pendientes.

Eso es, justamente, algo que se acerca a uno de los significados esenciales de la palabra Gestalt: totalidad, lo que está completo, lo que se cierra.

A lo largo del proceso, también me vi confrontado con lugares —externos e internos— en los que ya no tenía sentido seguir. Algunas relaciones, ciertas responsabilidades, incluso formas de entenderme a mí mismo. Salir no siempre fue fácil. A veces me fui tarde, otras veces sin las palabras adecuadas. Pero aprendí que estar bien implicaba, muchas veces, renunciar. Y que no es necesario hacerlo con ruido, pero sí con verdad. La Gestalt me ayudó a darme cuenta de cuándo me estaba quedando por miedo, por costumbre o por imagen, y a dar pasos hacia un lugar más honesto.

En medio del trabajo emocional, también apareció la gratitud. Agradecer lo vivido, incluso lo difícil, se volvió parte de mi forma de integrar el camino. Y, junto a ello, la paciencia.
Paciencia conmigo mismo, con mis ritmos, con los procesos que no se daban a la velocidad que yo quería. La Formación en Terapia Gestalt me enseñó que no todo se resuelve en un taller o en una sesión. Que muchas comprensiones llegan después, cuando uno ya no está empujando. 

Aprendí a esperar con más calma, a agradecer el momento presente, incluso si todavía está en construcción.

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