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el 6 febrero 2020

“Llego a casa y mis padres me preguntan qué tal me ha ido hoy en clase. Les digo que como siempre. Me vuelven a decir que me notan con el semblante serio y yo también les vuelvo a decir que es por los estudios, que me agobio un poco. Voy a mi cuarto y cierro la puerta, necesito estar a solas, llorar sin que me vean para que no me sigan preguntando qué me pasa. Lloro durante un buen rato, pienso en cómo me gustaría que fueran las cosas y en cómo son realmente.

Tengo 17 años y hace más de dos que me enamoré por primera vez. Fue una experiencia maravillosa, jamás me había sentido así ni pensé que mi corazón pudiera latir a esa velocidad. Dormía poco, fantaseaba mucho y todo era muy intenso para mi, me reía con cualquier cosa y también lloraba con facilidad, tenía todas las emociones a flor de piel.

No me atreví a invitarle a salir, a decirle que me gustaba y el día que se acercó y, con la sonrisa más bonita que había visto en mi vida, me preguntó si me apetecía que quedáramos después de clase, casi me da un infarto. Ahí empezó nuestra historia de amor. Una preciosa historia de amor que llevamos a escondidas, no queríamos que en nuestras familias supieran nada, no queríamos escuchar lo que sabíamos que nos dirían.

Después de un año, tuve que cambiar de ciudad y de instituto por el trabajo de mis padres y aquella relación se evaporó, nos pudo la distancia. Lo que sí quedó dentro de mí era haber conocido la capacidad de amar y saber que podían amarme.

Pasaron los meses y volví a sentir que alguien era especial para mí. El cosquilleo retornaba a mi cuerpo. Esta vez fui yo quien me acerqué y propuse. Esta vez no fue bonita. Esta vez fue dolorosa. Esta vez marcó un antes y un después. Me rechazó con burlas, con comentarios que luego tuve que escuchar por el instituto. Sentí mucha vergüenza, no quería ir a clase, mis notas bajaron, mis padres me preguntaban qué me ocurría y no les conté nada. Les pedí que me cambiaran a otro instituto, alegando que en este no me sentía bien porque no acaba de acoplarme, que no estaba a gusto porque casi nadie se relacionaba conmigo. Accedieron y ahí respiré. Pero el miedo ya se había instalado en mi. Llegué al nuevo instituto. Miraba, observaba, hablaba poco, evitaba el contacto.

Han pasado ya varios meses y sigo ahí, yendo bastante a mi aire. He aprendido a tener cierta comodidad sin tener que relacionarme. Pero… ahora es una persona del barrio quien me ha mostrado su interés. Hemos quedado varias veces. Me siento genial a su lado, puedo hablar y ser muy yo. Me muero de miedo por si me vuelvo a enamorar. No temo que mi pareja me deje o que yo pueda dejarla.

Lo que temo y me hace llorar es que mis padres no saben que me gustan las personas de mi mismo sexo. No me atrevo a decírselo por las cosas que les he oído decir tantas veces de las personas homosexuales, de su rechazo.

Quiero tener la valentía de vivir lo que siento y de exponerles claramente quién soy… aunque lo más probable es que, al igual que me pasó en el instituto, también me rechacen.”

Una historia contada por una chica o un chico, por una persona que quiere amar y ser amada, no solo por una pareja, sino también por sus padres.

Y amar incluye respetar.

 

Comentarios

Maria Eugenia el 8 de 2 del 2020

Muy bueno Montse. Enhorabuena! Es tan triste que un hecho tan bonito como es amar, se convierta en burlas, dedos acusadores, vergüenza y humillación. Esas mentes intolerantes y dictatoriales causan mucho dolor. Dañan y destruyen vidas. Ojalá todos comprendan que es solo AMOR y lo respeten

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